Segunda producción cinematográfica de Man Ray, pseudónimo de Emmanuel Rudzitsky, artista norteamericano que participó en variadas disciplinas creativas ligadas al dadaísmo y al surrealismo. En cuanto al cine, esta película siguió a su primera obra, Retorno a la razón (1923), profundizando la técnica y el trabajo conceptual de su predecesora. Clasificada por su propio autor como "cine-poema", en aquellos años donde otros importantes artistas como Luis Buñuel y Fernand Leger incursionaban en el género, esta pieza trata de ahondar en la historia, el funcionamiento y la simbología del inconsciente colectivo de la humanidad, valiéndose de técnicas fílmicas como los rayogramas y la doble exposición, además de las excéntricas imágenes que por esa época ponía de moda el surrealismo. Sin lugar a dudas, y a pesar de que pueda parecer caprichosa, aburrida o fuera de contexto, esta producción sirve para entender el nacimiento de estilos vanguardistas que después serían desarrollados por cineastas como Ingmar Bergman o David Lynch. Además, cabe destacar la música compuesta por Paul Mercer para el film, que le da el vertiginoso ritmo que nos lleva a través de sus extravagantes ideogramas.
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